Oroño y Pellegrini

Treinta centímetros exactamente, ni uno sólo más, separa a una de la siguiente formando un extenso flujo blanco, luminoso y ecológico. Las flamantes lámparas led, disciplinadamente en fila ascienden por los  aires formando una sutil concavidad que las aleja del eje central, hasta un punto en que parecen detenerse, para luego subir un tramo más largo en línea perpendicular casi recta, hacia el centro. Se detienen otra vez, descienden hasta quedar suspendidas, en apariencia colgadas de la nada y se amarran de nuevo disimuladamente con fuerza a uno de los tensos alambres de la estructura delineando otra concavidad, para dispararse hacia arriba y el centro. Este  ecológico y blanco flujo de luminosidad ascendente serpentea con insistencia y se une a los otros once en un punto central a 15 metros de altura, ni uno sólo menos. Allí una estrella de luz rosada los espera para reunirlos justo debajo de ella. 
La estrella está tan cerca de la luna que desde ese lugar puede verlo casi todo. Las sesiones de fotografías de novias inmaculadas y de felices quinceañeras  en las cálidas noches estivales, desde el 8 de diciembre al 8 de enero de cada año. A los rostros de los niños y también de los adultos, embelesados observando la cascada de luces que se desprende de ella como un mágico ramo invertido. A  esa bella mujer desnuda, impoluta y angelical, símbolo exquisito de una sensualidad insinuante que al unísono invita y evita el contacto; "la bella durmiente del lago" entregando su cuerpo sólo al reducido espacio circular de tierra firme que la rodea. 
El suelo firme también sujeta los 12 tiesos filamentos de metal, pero las lámparas led comienzan  a abrazarse a ellos a varios metros de altura, configurando un espacio aéreo de 25 metros de ancho, de modo que los coches se desplazan  por debajo girando a la rotonda con total libertad.
El vendedor de flores se acerca a la ventanilla baja de un coche de color azul metalizado que  se detiene en el semáforo de Boulevard Oroño, antes de ingresar a la rotonda. Manuel compra el ramillete de jazmines y con un suave beso en los labios se lo entrega a Melisa que está sentada a su derecha. 
“Nunca pensé que llegaría a sentir tanta felicidad, gracias por esto que me das, los jazmines, tu amor y este hijo que crece en mí”. 
Manuel la mira a los ojos profundamente, eternamente, hasta que un bocinazo le avisa que el semáforo ya está en verde. El coche con la pareja continúa por Oroño hacia el sur y se pierde en el tránsito del anochecer. Ambos conservan la sensación de ese instante de intensidad absoluta con la Navidad como testigo sobre sus cabezas.
Ni por un segundo el árbol se está quieto. Ahora un abanico de luces se despliega en forma circular, enseguida el desplazamiento es de izquierda a derecha de manera reiterada para cambiar de sentido de inmediato, luego se enciende sólo la mitad quedando el resto a oscuras y viceversa, hasta mantenerse enteramente iluminado por un momento. La intermitencia veloz del encendido y apagado de las 3000 lámparas led despiertan el deseo de congelar la imagen, de lentificar el proceso para saborearlo con sosiego.   
“Que lindo se ve desde aquí” piensa Ramón, mientras estira su cuello para alcanzar a ubicarse en el centro del vidrio enrejado. La combi en la que se desplaza giró desde Dorrego y ahora en la Avenida Pellegrini se halla detenida en el semáforo a la altura de la calle Balcarce. En su parte trasera  el vehículo porta la inscripción: “Mantenerse a distancia. Transporte de Personas”. Hacía varios años que Ramón no presenciaba este conmovedor espectáculo. El Árbol de Navidad del Parque Independencia está repleto de lindos recuerdos. Su corazón late con rapidez, no quiere avanzar, desea quedarse ahí para siempre. Cuando el conductor  gira en la rotonda para tomar Oroño y detenerse ante la luz roja, alcanza a reconocer a Maurito junto a un coche azul metalizado, el ahijado de Yanina. Vende flores igual que su hermano, - “es un romántico”- decía la madrina con orgullo. 
“Yanina, siempre Yanina. No bastarían todos los jazmines del mundo para compensar tanto dolor”. 
El semáforo se pone en verde y la combi continúa por Oroño hacia el sur con destino a la cárcel de Piñero.  A partir de la declaración que acaba de realizar en los Tribunales, la sentencia de Ramón será firme seguramente.
La bicisenda debajo de las miles de lámparas que prenden y apagan se halla muy transitada. Victoria la recorre divertida antes de llegar al estacionamiento donde ancla  la bicicleta y mientras espera la señal verde y el pitillo, ve que varios jóvenes sentados junto a la pared lateral del Castagnino la observan riendo. Se aferra con fuerza a su mochila  y atraviesa corriendo el boulevard en tanto que el corazón acompaña con fuertes latidos a la tensión de todo su cuerpo. Se cruza con el chico que vende flores cuando éste se acerca a un coche azul y le ofrece un ramo de jazmines al conductor,  su rostro conocido la hace sentirse a salvo. Mira por última vez la bella intermitencia alada que parece remontar vuelo, y camina media cuadra hasta su casa.
Un avión  de Aerolíneas Argentinas está llegando a Fisherton. A Sabrina le encanta mirar a su querida  Rosario desde el cielo en cada arribo. Luego de anunciar a los pasajeros que el aterrizaje está pronto a realizarse y que deben  mantener los cinturones ajustados, busca ansiosa entre la infinidad de luces de la ciudad ese punto intermitente igual a una luciérnaga. Cuando lo encuentra apoya las manos abiertas sobre su pecho a modo de ritual y esboza una amplia sonrisa de satisfacción.

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