Katan Kawin
Katan Kawin (fiesta de perforación de los lóbulos de las orejas)
En la sociedad mapuche el de machi y el de retrafe son “oficios sagrados”;
cada uno a su manera es especialista en el arte de transmutar…
El lenguaje de los Dioses
Ana M. Llamazares y Carlos Martínez Sarasola
Luego de la décima luna llena posterior a su nacimiento comenzaron los preparativos del katan kawin .
-“No habrá dos festejos en uno”-, había dicho mi fotem (hijo)
Decidió que seguiría los tiempos marcados por el arribo de las niñas a la mapu (tierra, región), aunque hubiera ocurrido el mismo día. Y agregó:
-“Primero será la celebración de Ayelén y esa pinta (señalando con su índice hacia el corral) será la yegua”.
Era una de las más bravas y muy difícil de amansar, con grandes manchas marrones, claras y oscuras, sobre un pelaje blanco como la nieve misma. Sus ojos vivaces del color del cielo transmitían enorme confianza y seguridad; a Ayelén no le costaría montarla cuando creciera. Lientur se ocupó de domarla en persona, era uno de sus tantos dones. Lo aprendió de su tío quién no dejaba caballo salvaje librado a su bravura natural. Ambos le hablaban bajito, sin confesar nunca el contenido de esas palabras.
Este día de luna creciente, al verlo ante mí volteando a la yegua con autoridad, orientando la cabeza del animal hacia el este (para que nos proteja del mal), me doy cuenta de cuánto creció mi fotem. Aunque no es la primera vez que está haciendo esto, ahora él es un hombre verdadero, idéntico a su padre en los años de juventud.
Una vez en el suelo el animal, lo cubre con una manta multicolor tejida por mí durante los últimos meses y se sienta sobre él, como si se tratara de un altar vivo y palpitante. Las mujeres presentes lo rodeamos e iniciamos el tayil (canto sagrado) . Detrás de nosotras están los hombres invitados parados en fila, el primero recibe entre sus brazos de manos de su ñuke (madre) a la niña y comienzan a pasarla unos a otros hasta que llega a Lientur. Orgulloso la recibe, agradeciendo a Antú ( rey Sol) con una sonrisa hacia el cielo, la bendición de haber traído al mundo una hija mujer.
El retrafe (platero) viene hasta la guagua (bebe) y con su punzón de plata, una especie de alfiler sagrado, perfora con extraordinaria maestría los pequeños lóbulos de sus orejas. Ayelén lanza un fuerte grito y rompe en llanto, su madre intenta calmarla mientras el retrafe realiza un pequeño corte en la rodilla del padre. Ahora con el mismo artilugio hace una incisión sobre una de las muñecas de la madre.
Ayelén deja de berrear cuando se le acerca la machi y le canta bajito una canción de cuna, mientras introduce hábilmente una hebra torcida de lana de guanaco en cada orificio alistado por el retrafe. Cuando cicatricen estarán dispuestos para alojar los chawaitu (pequeños aritos) .
Tomo a la guagua entre mis brazos cuando ya casi está dormida. Suspira cortito y pucherea todavía, la veo y pienso que todas las mujeres somos un poder superior de la naturaleza, un medio del que dispone la mapu para acrecentarse y mejorarse a sí misma, pero esta niña es especial y no sé por qué razón.
Salgo de mis cavilaciones y compruebo que la ceremonia acabó y la fiesta que durará dos días ya ha comenzado.
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